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Sobre la confrontación como estrategia terapéutica

La palabra “confrontación” suele tener una connotación negativa. Al escucharla, muchas personas la asocian con conflicto, pelea o discusiones. Sin embargo, confrontar algo, también puede implicar valentía, fuerza interna, apertura al cambio y transformación. En el contexto terapéutico, la confrontación no debe entenderse como ataque o imposición, sino como una herramienta que, usada con sensibilidad y claridad, puede facilitar procesos profundos de transformación personal. Así como, poner en evidencia las fortalezas de las personas y sus aspectos de mejora.


Desde un enfoque sistémico, confrontar puede significar mostrar a la persona un patrón de relación o comportamiento que se repite y que está generando malestar o bloqueo. El objetivo no es juzgar, sino ampliar la conciencia para generar posibilidades de cambio. Por ejemplo, cuando el terapeuta evidencia una incongruencia entre lo que la persona dice y lo que hace, puede utilizar la confrontación como una forma de espejar esa contradicción para favorecer el crecimiento del consultante.


Es por ello, que la estrategia puede fortalecer la percepción de las propias capacidades y señalar también aspectos por mejorar. Esto debe realizarse de manera objetiva, empática y constructiva, considerando el momento emocional de la persona, su disposición al cambio y estilo.


No obstante, es importante reconocer que la confrontación suele ser una estrategia directa y firme, lo cual puede generar reacciones emocionales intensas, como: incomodidad, resistencia o incluso retraimiento. Su efectividad depende de factores como el estilo relacional del paciente, su historia personal, y la calidad del vínculo terapéutico.


Cuando se utiliza adecuadamente, la confrontación puede contribuir a:

  • Evitar la repetición de patrones disfuncionales.

  • Clarificar objetivos y prioridades personales.

  • Favorecer la solución eficaz de problemas.


Sin embargo, si se aplica de manera inadecuada o sin suficiente contención emocional, puede:

  • Aumentar el conflicto interpersonal por falta de asertividad.

  • Incrementar la sensibilidad o resistencia de la persona.

  • Reactivar experiencias traumáticas si no hay un acompañamiento respetuoso y cuidadoso.


En síntesis, la confrontación puede ser una herramienta terapéutica muy valiosa, siempre que se adapte al estilo, ritmo y necesidades de la persona. No todas las estrategias funcionan igual para todas las personas, pero explorar diferentes recursos hasta encontrar aquellos que generan efecto positivo puede ser parte fundamental del camino hacia una mayor calidad de vida emocional y psicológica.



Por: Ornella Fortunic S.

 



Referencias

  • Corey, G. (2017). Theory and practice of counseling and psychotherapy (10th ed.). Cengage Learning.

  • Minuchin, S., & Fishman, H. C. (1981). Family therapy techniques. Harvard University Press.

  • Norcross, J. C., & Wampold, B. E. (2011). Evidence-based therapy relationships: Research conclusions and clinical practices. Psychotherapy, 48(1), 98–102. https://doi.org/10.1037/a0022161

  • Watzlawick, P., Weakland, J. H., & Fisch, R. (1974). Change: Principles of problem formation and problem resolution. W. W. Norton & Company.

 
 
 

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